Durante la edad adulta avanzada hay ciertas lesiones traumatológicas que se dan con una frecuencia lo suficientemente considerable para realizar un abordaje terapeútico y preventivo.
Las fracturas secundarias a la osteoporosis, el síndrome de Cabeza Caída, las fracturas por estres, la escoliosis del adulto y las amputaciones son lesiones que tienen un repercusión sanitaria y socioeconómica muy importante.
Aunque también, con menor incidencia, podemos encontrar fracturas en las costillas, pelvis, tobillos, y metatarsianos.
Las fracturas de cadera se producen, típicamente, por una caída, aunque también puede ocurrir de forma espontánea. Usualmente es dolorosa y casi siempre requiere hospitalización.
En la fractura de muñeca (de Colles) el mecanismo lesional suele ser la caída sobre la mano extendida. Esta fractura es en sí misma un indicador del grado de osteoporosis ya que en diversos estudios, las pacientes con esta fractura tenían una menor densidad mineral ósea comparada con la de controles equiparables, y también una mayor frecuencia de otras fracturas secundarias a la osteoporosis.
La cifosis osteoporótica es una deformidad por exceso en el sentido anteroposterior de la columna provocado por aplastamientos de los cuerpos vertebrales debido a la enfermedad osteoporótica.
Las fracturas vertebrales osteoporóticas se asocian a una pérdida de talla, acabando por modificar las curvaturas de la columna vertebral, lo que origina deformidades en la misma. Puede llegar a ser una enfermedad discapacitante que altera y dificulta las actividades de la vida cotidiana.
El mecanismo es la compresión y puede desarrollarse tras un traumatismo de escasa energía al realizar gestos muy comunes como la inclinación anterior, movimientos en torsión y estornudo. También pueden aparecer sin ningún traumatismo, es decir, de forma espontánea.
En la mayoría de los casos la cifosis osteoporótica es asintomática es decir, muchos aplastamientos y sus correspondientes deformidades se producen sin grandes dolores y pasan desapercibidos. Otros se manifiestan por dolores que son confundidos con dolores comunes de espalda a los que no se les practica estudios radiológicos.
Otras veces se manifiestan en su fase aguda por dolor intenso a nivel dorsal o lumbar, después de una caída desde la posición de pie o al hacer un esfuerzo (manejar una carga). Impiden al enfermo hacer cualquier tipo de movimiento durante varias semanas. Se trata de un dolor de ritmo mecánico, aliviado por el decúbito (al tumbarse)
El cambio de la postura y las formas de compensación de la deformidad y el dolor puede afectar la forma de marchar, e influir desfavorablemente sobre el desequilibrio y la movilidad.
El tratamiento y manejo de estos pacientes va a abordar varios aspectos: el tratamiento de la deformidad (ejercicios, ortesis), tratamiento del dolor (si existe), tratamiento de la enfermedad osteoporótica de base y actuación sobre los factores de riesgo. Es importante la prevención de nuevas fracturas.
El ejercicio físico es fundamental tanto en prevención como en tratamiento. Se les enseña las posturas adecuadas, los ejercicios de reforzamiento de extensores vertebrales y los estiramientos de los músculos pectorales.
Los corsés son el medio más común de tratamiento de una cifosis osteoporótica. Actúan contra el colapso vertebral No se ha demostrado que los corsés produzcan atrofia de la musculatura, ya que los músculos trabajan bajo estos.
Tratamiento del dolor Las medidas de fisioterapia que se utilizan para aliviar el dolor osteoarticular común de espalda son igualmente válidas en el dolor de las fracturas vertebrales osteoporóticas. La aplicación de calor o de frío alivia eficazmente el dolor. La masoterapia superficial (no la profunda) contribuye a relajar y aliviar la contractura muscular y a estimular el aporte sanguíneo local. La neuroestimulación eléctrica transcutánea (TENS) reduce el consumo de analgésicos.
Los aspectos preventivos de la cifosis osteoporótica se basan en el ejercicio y las medidas de higiene vertebral dirigidas a evitar los aplastamientos vertebrales.
El Médico de Familia, y Traumatólogo debe de identificar a pacientes con alto riesgo y realizar una proxilaxis , es decir, iniciar un tratamiento médico antes (profilaxis primaria) y tras la fractura si se produce esta (profilaxis secundaria).
Además del tratamiento con medicación y aplicando medidas higiénico-dietéticas, es necesario articular mecanismos para reducir el riesgo de caída, teniendo en cuenta, entre otras variables, las enfermedades asociadas (excesivo tratamiento para la hipertensión que puede provocar una bajada de tensión y por lo tanto caída, problemas en el equilibrio, mala visión, etc…).
La prevención es la mejor forma de controlar la osteoporosis, puesto que no existen métodos seguros y eficaces de restaurar completamente el hueso osteoporótico.
Lógicamente se debe de actuar sobre los factores que afectan al desarrollo normal de la masa ósea. Se deben fomentar buenos hábitos como una dieta adecuada en calcio y vitamina D, y el ejercicio físico) y suprimir los hábitos perjudiciales como el tabaco, el alcohol y la inmovilización.
En la actualidad se dispone de un amplio catálogo de medicamentos que previenen o disminuyen la aparición de la osteoporosis (como el calcio y la vitamina D, los bifosfonatos, etc…)
Ocasiona una importante dificultad para muchas de las actividades básicas de la vida diaria, entre las que se encuentran la marcha y el equilibrio.
La imposibilidad se centrar la mirada al frente es un factor de riesgo para desarrollar una caída. Esta deformidad se puede corregir con una extensión pasiva cervical.
Para corregir la posición de la cabeza, puede usarse un collarín cervical rígido. El problema es que los collarines solamente extienden el cuello en unos grados limitados, especialmente si el paciente tiene una cifosis torácica severa.
Los tratamientos farmacológicos no dan buen resultado. En general se recomienda un tratamiento de fisioterapia consistente en un programa de fortalecimiento de la musculatura extensora cervical y del tronco, así como terapia ocupacional.
La fractura por estrés se produce por la incapacidad del hueso de soportar cargas no violentas, repetidas y aunque son más frecuentes en jóvenes, normalmente deportistas, ocurren también en la persona de avanzada edad asociada a fenómenos como la osteoporosis.
El tratamiento de este tipo de fracturas es ortopédico-funcional ya que la inmovilización rígida puede empeorar el cuadro.
La deformidad producida por la escoliosis sigue su progresión, aumentando aunque se haya alcanzado la madurez esquelética.
El riesgo evolutivo angular, es decir, la progresión de la deformidad, está favorecido por la osteoporosis, la insuficiencia muscular, el desequilibrio raquídeo y la hiperlaxitud.
Son eficaces los analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos (AINE), miorrelajantes, benzodiacepinas, antidepresivos y el tratamiento preventivo de la osteoporosis.
La cinesiterapia y la fisioterapia generalmente son útiles para el dolor y para mejorar el tono muscular, pero no tienen repercusión sobre la agravación mecánica.
El tratamiento ortopédico (ortesis) también ha demostrado su eficacia sobre los dolores.
El tratamiento conservador hay que agotarlo antes de considerar la opción quirúrgica ya que las complicaciones asociadas a la cirugía no son despreciables en esta edad.
El dolor severo es la indicación que apoya el tratamiento quirúrgico.
La coordinación de un equipo compuesto por el fisioterapeuta, el cirujano traumatológico y ortopédico, el personal de enfermería y el técnico ortoprotésico resulta fundamental.
El tratamiento fisioterápico va a tener como finalidad restituir al paciente amputado una función satisfactoria utilizando al máximo los miembros o partes de miembros restantes unida a la función de la prótesis.
Se deben de tener en cuenta las particularidades propias de la causa de la amputación así como la edad y el estado físico del paciente. A menudo el beneficio funcional de la prótesis quedará limitado a una deambulación de corta distancia con ayuda de bastones.
Evidentemente resulta mejor prevenir una caída que tratar las fracturas que puedan desencadenarse. Con un tratamiento adecuado se puede conseguir que los pacientes tengan un buen rango de movilidad articular, fuerza y un buen equilibrio y por lo tanto las posibilidades de tener un accidente o caída son mucho menores.
La mejora de la motricidad se puede potenciar y de este modo los pacientes son independientes lo mas posible funcionalmente al mismo tiempo que se siguen relacionando en su entorno físico con las mayores capacidades motoras y de orientación.
En los pacientes de la tercera edad es similar a cualquier otro tipo de tratamiento fisioterápico ordinario, haciendo la consideración de que hay que adaptarse a la personalidad de estos pacientes y a sus requerimientos específicos.
Una de las principales funciones de la fisioterapia en la tercera edad es la de mantener un grado de movilidad e independencia que permita hacerles sentirse bien y capaces en el ambiente en el que se desenvuelven.
La fisioterapia no ha de ser solamente una terapia reparadora y resulta interesante en el campo de la tercera edad, donde puede ampliar más su influencia y probar los magníficos beneficios para su salud.
De este modo, se interviene con técnicas eficaces para tratar deficiencias motrices, programar ejercicio físico adaptado, fortalecer la musculatura y mejorar la resistencia y el equilibrio.
Es importante que los adultos mayores siempre tengan la opción de contar con este tipo de tratamientos.
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